De acuerdo con la Encuesta, en Colombia el 12% de los niños entre 0 y 4 años presentan desnutrición crónica (baja estatura para su edad). Este indicador es mucho más dramático en las áreas rurales del país (17%), así como en los niños que tienen madres con baja escolarización (27%). En efecto, el nivel educativo de la madre determina en gran medida la situación nutricional de los hijos: a mayor 20 educación de la madre, menor desnutrición del niño. Por nivel socioeconómico, el 17% de los niños pertenecientes al nivel 1 del Sisben presentan desnutrición crónica, mientras en los niveles 3 a 6 baja al 6%. Gaviria y Palau (2006) encontraron una diferencia
de estatura cercana a 1,7 centímetros en dos niños de
la misma edad (tres años), siempre y cuando las madres tuvieran las siguientes características: ceterisparibus, la madre del niño más alto debe tener 30 años de edad y 16 años de educación, mientras la madre del otro niño tendría 15 años de edad y 5 de educación. Por nivel socioeconómico, encontraron una diferencia en talla de más de un centímetro de estatura, al tomar niños del primer y último quintil22.
A nivel nacional, la desnutrición crónica en niños de 5 a 9 años es de 13%, pero en el sector rural y en el nivel 1 de Sisben se eleva a 19%. De nuevo, los niños de la región Caribe presentan el mayor retraso en el crecimiento, seguido por la región Oriental. Por departamento, Guajira, Boyacá y Nariño tienen los mayores 22 problemas, mientras Valle y Atlántico muestran el menor porcentaje de niños con desnutrición crónica. Otros departamentos de la región Caribe con desnutrición crónica por encima de la media nacional son Magdalena, Córdoba, Cesar y Sucre. En los jóvenes de 10 a 17 años, el retraso en el crecimiento es de 16,2% a nivel nacional, pero cuando la madre no tiene educación el indicador asciende a 36%, en las zonas rurales es de 24% y en familias de Sisben 1 es del 23%. Nariño, La Guajira y Boyacá siguen siendo los departamentos con mayores problemas a nivel nacional. Otros departamentos de la región con altos índices de desnutrición en esta franja poblacional son Sucre, Magdalena, Cesar y Córdoba, todos por encima de la media nacional.
Gráfico14 : Colombia y Costa Caribe :
NBI y desnutrición crónica en niños de 0 a4 años,2005En Colombia, el 19% de los niños entre 6 y 23 meses de edad no consumieron carnes ni huevos (fuente de proteínas), mientras por regiones los indicadores más elevados se dieron en el Caribe (24%) y el Pacífico (23%). De otra parte, un 25% de los niños colombianos no consumieron leche, siendo aún más graves los casos de las regiones Pacífica (41%) y Caribe (27%). De lo anterior se desprende que el no consumo de carne, huevo y leche más elevado se encontró en los departamentos litorales de Colombia, precisamente donde se ha concentrado la mayor pobreza del país.
2.10.4 Seguridad alimentaria Otro indicador para medir el estado de nutrición en una región o país es lo que se conoce como seguridad alimentaria y nutricional. Esta se define como “la disponibilidad suficiente y estable de los suministros de alimentos a nivel local, el acceso oportuno y permanente por parte de todas las personas a los alimentos 36 que se precisan, en cantidad y calidad”33. Todo lo contrario a la definición anterior se puede entender como inseguridad alimentaria que, junto al hambre y la desnutrición, se convierten en una limitante para las capacidades de aprendizaje de las personas. A su turno, la escasa educación determina en gran medida bajos ingresos, lo que a su vez cierra el círculo vicioso con mayor pobreza y hambre. Metodológicamente, la Encuesta de la Situación Nutricional en Colombia midió la inseguridad alimentaria de los hogares, y no de los individuos, a través de doce preguntas referidas a la falta de alimentación en los últimos 30 días. Estudios de la CEPAL han precisado que América Latina produce tres veces más alimentos de lo que necesita su población, pero aún así, sus condiciones de desigualdad y pobreza llevan a que 53 millones de personas no tengan acceso a los alimentos necesarios para su dieta34. La inseguridad alimentaria en Colombia es cercana al 41%, inferior a la presentada en un país como Bolivia (70,4%), similar a la de Ghana (43,8%) y superior a la de Estados Unidos35. Como era de esperarse, la inseguridad alimentaria tiene una relación inversa con el nivel socioeconómico de las familias: a mayor nivel de Sisben menor acceso a los alimentos. En efecto, el 59% de las familias de Sisben nivel 1 han tenido algún problema de acceso a sus alimentos en los últimos 30 días, mientras esta situación sólo se presenta en el 27% de los 33 Instituto Colombianos de Bienestar Familiar, ICBF, Hogares clasificados en los niveles 3-6 del Sisben. De otra parte, en el área rural este indicador se eleva al 58%
En síntesis, el análisis de los diferentes indicadores sobre la desnutrición en Colombia muestra que el problema ha disminuido en las últimas décadas, pero todavía es insuficiente para alcanzar las metas propuestas por las cumbres internacionales que sobre el tema se han llevado a cabo en los últimos años. La información para el año 2005 muestra que la desnutrición crónica en los diferentes rangos de edades era superior en la región Caribe que en las otras regiones colombianas, siendo La Guajira el departamento más crítico a nivel nacional. Así mismo, la anemia infantil y la inseguridad alimentaria son mayores en la Costa Caribe. El principal problema de la población adulta (18-64 años) es el sobrepeso y la obesidad, en el que San Andrés presenta el indicador más elevado, mientras los otros departamentos del Caribe colombiano están por debajo de la media nacional.
18 ICBF 2006
2.10.5 EXPERIENCIAS Y RECOMENDACIONES DE POLÍTICA
Como se ha dicho a lo largo del presente estudio, el hambre y la desnutrición no sólo afectan las capacidades cognitivas y físicas de las personas, sino también se convierten en uno de los mecanismos de transmisión intergeneracional de la pobreza.
La desnutrición tiene un origen multicuausal, en el que intervienen factores económicos, sociales, culturales, ambientales y biológicos. En esta medida, las políticas y programas de seguridad alimentaria y nutricional deben ser intersectoriales, como una forma de enfrentar las distintas causas. Las políticas y programas de lucha contra el hambre y de seguridad alimentaria deben contemplar estrategias de corto, mediano y largo plazo, que se pueden sintetizar en varios tipos de intervenciones focalizadas en la población afectada: políticas estructurales o de largo plazo, como el acceso de las familias pobres a activos productivos, como tierras, financiamiento, tecnología agropecuaria y educación; crear oportunidades de empleo, principalmente a campesinos sin tierra y pobres urbanos; actividades de emergencia, como distribución directa de alimentos a los grupos más vulnerables.
La prioridad de la política debe ser la focalización de las intervenciones en los niños menores de 5 años, así como en mujeres embarazadas y lactantes, ya que esta población es altamente vulnerable desde el punto de vista nutricional37. Los lineamientos de políticas para combatir la desnutrición infantil deben ser múltiples y que lleguen a distintos segmentos de la población afectada. Estos lineamientos, propuestos por organismos internacionales, se enuncian a continuación:
19 CEPAL, 2005
2. Impulsar y aumentar los programas de fortificación de alimentos con micronutrientes como hierro, zinc, vitaminas y calcio, entre otros.
3. Incrementar el consumo de suplementos alimentarios para mujeres embarazadas y en períodos de lactancia.
4. Impulsar programas de transferencias monetarias y de alimentos para poblaciones en extrema pobreza, como contraprestación por asistencia a servicios de atención primaria de salud y educación.
5. Fortalecer los programas de prevención de enfermedades y buenos hábitos alimenticios, focalizados en los grupos más vulnerables de la población.
6. Aumentar las inversiones en ampliación de cobertura y mejora de la calidad de servicios públicos, como agua potable y alcantarillado
En América Latina, Chile es un buen ejemplo de cómo un país en vías de desarrollo puede reducir significativamente la malnutrición y mejorar su nivel educativo, a partir de voluntad política, buenas políticas y esfuerzo de largo plazo. En cierta manera, el crecimiento económico de Chile, Indonesia y Tailandia ha sido el resultado de las inversiones iniciales en educación y nutrición. Según la presidenta chilena Michelle Bachelet, “cuando Chile comenzó la batalla contra la malnutrición en la década de 1950, teníamos al 70% de los niños y niñas menores de 6 años con algún grado de desnutrición. Hoy esa cifra no supera el 1,2%... Incluso, puede persistir la pobreza en un país y aún así derrotar la malnutrición” 39. En los países de la Cuenca del Caribe se estima que el 50% de las mujeres en edad fértil y 60% de las embarazadas tienen problemas de anemia. Este fenómeno se explica por el hecho de que el hierro sea el micronutriente que mayor carencia presenta en la población caribeña. La experiencia chilena de fortificar la leche en polvo con hierro y otros micronutrientes, permitió que en tres años los niveles de anemia se redujeran cerca del 80%. En el mismo país se encontró que al fortificar la harina de trigo con ácido fólico (vitamina del complejo B) en una relación de 2,2 miligramos por cada kilogramo de harina, se disminuyeron en un 40% las enfermedades congénitas originadas por defectos del tubo neural, como la hidrocefalia (exceso de líquido en el cerebro), anencefalia (formación incompleta del cerebro y del cráneo) y la espina bífida (formación incompleta de la médula20 Bachelet, Michelle, 2006
2.10.6 Hambre y ruralidad Tanto en Colombia como en los otros países en desarrollo, el hambre, la desnutrición y la inseguridad alimentaria presentan indicadores más dramáticos en las zonas rurales que en las urbanas. En tal sentido, se torna muy difícil intentar reducir el hambre de manera continua, si no hay una política que impulse el desarrollo agrícola y rural de los distintos países. Cerca de un 70% de la población pobre residente en los países en vías de desarrollo están asentados en zonas rurales, siendo su base económica la actividad agrícola. En este sentido, para lograr un crecimiento agrícola sostenido, la FAO recomienda fortalecer la inversión pública en el sector, tal como la destinada a infraestructura, investigación agrícola, educación y extensión.
En los primeros años del siglo XXI, en todo el mundo más de 850 millones de personas padecían hambre y otro tanto eran adultos analfabetos, los cuales en su mayor parte vivían en áreas rurales de países en desarrollo. No es casualidad que estos problemas asociados a la nutrición y a la educación terminen afectando a los mismos grupos poblacionales, asentados en esas mismas zonas. Es evidente que la desnutrición y el hambre afectan el nivel educativo de las 44 personas, y esto les dificulta obtener suficientes ingresos, generando mayor pobreza. Se ha comprobado que “la falta de educación reduce la productividad y la capacidad de obtener ingresos… Los agricultores con cuatro años de educación primaria son, en promedio, 8,7% más productivos que los agricultores que no han ido a la escuela”.
De acuerdo con lo anterior, al ofrecerle más y mejor educación a una persona, esta política podría ser un mecanismo efectivo para disminuir el hambre, la desnutrición y la pobreza. En esta línea se inscribe el programa “Alimentos por Educación” de Bangladesh, en donde las familias, en una especie de trueque, se comprometen a enviar a sus hijos a la escuela, y a cambio reciben alimentos. En México, El Programa de Educación, Salud y Alimentación (PROGRESA) entrega dinero a cerca de tres millones de familias pobres de las zonas rurales, con el compromiso de enviar sus hijos a la escuela. Este Programa mexicano sirvió de modelo en Colombia para implementar Familias en Acción, que de manera similar
Entrega subsidios a las madres, siempre y cuando envíen sus hijos a la escuela. La evidencia muestra que menores niveles de hambre y desnutrición han llevado a una mayor productividad agrícola, un mayor crecimiento económico y a su vez, reducción de la pobreza. Estos hechos han impulsado un enfoque de doble componente que busca la reducción del hambre y la pobreza a partir del desarrollo agrícola: “El hambre pone en peligro la salud y la productividad de las personas y Sus esfuerzos para huir de la pobreza… No es una casualidad que se hayan logrado más avances en la reducción de la pobreza que en la mitigación del hambre” 44. En efecto, el estudio de la FAO encontró que la pobreza disminuye más rápido que la subnutrición, por lo que el crecimiento de los ingresos, aunque necesario, no es suficiente para reducir significativamente el hambre.
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